jueves, 6 de noviembre de 2008

¿Por qué es difícil conseguir un buen empleo?

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Por Alexandra Serna, periodista de Semana.com
PROFESIONALES. En Colombia, la situación laboral de los universitarios recién graduados no es tan mala como suele decirse. Tampoco es la mejor. ¿Cuáles son las dificultades y las alternativas?

Cuando Jairo Ernesto Sánchez se graduó en Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, en el 2005, sostuvo con orgullo el cartón para la fotografía; sería una de las fechas más importantes de su vida. Al tiempo se preguntaba lo mismo que la mayoría de los cerca de 90 mil profesionales que al año produce el país: “¿Conseguiré pronto un empleo?”

La duda es razonable. Como dice el flamante politólogo, hay mucha gente graduándose y muy pocos puestos. En los últimos siete años salieron con diploma universitario casi el doble de personas, que las que lo obtuvieron los 40 años anteriores. Según el Ministerio de Educación entre 1960 y 2000 egresaron un poco más de un millón de profesionales, mientras que entre 2001 y 2007 lo hicieron cerca de 600 mil personas. Esto, sin contar los profesionales que hicieron algún postgrado.

También es cierto que en la última década ha aumentado la demanda de los profesionales, más en las empresas privadas que en las del Estado, pero no al mismo ritmo que ha crecido el número de graduados. Y si se mira el panorama actual, de desaceleración económica y frenazo en el sistema productivo, con las últimas cifras de desempleo del Dane, que va en aumento, los recién graduados tienen motivos para preocuparse.

Algunos piensan que la situación no es tan mala, porque el sólo hecho de ser profesional es una garantía y una ventaja. “Lo más seguro es que la mayoría de graduados sí encuentren empleo, pero la demora radica en hallar un buen trabajo”, explica Stefano Farné, un investigador del mercado laboral de los profesionales en Colombia.

Para poder determinar una cifra indicativa de cuántos profesionales de los egresados en los últimos siete años, podrían estar empleados, Farné tomó los datos del Observatorio Laboral del Mineducación sobre graduados en los últimos siete años que aportan al Sistema de Seguridad Social (salud y pensiones). Este dice que el 81,6 por ciento de los egresados hace aportes al sistema. Es decir, muy probablemente 8 de cada 10 jóvenes que han salido de las universidades desde 2000, tienen algún trabajo. Esto no quiere decir, sin embargo, que éste sea un empleo de tiempo completo, ni tampoco un buen empleo.

Cuesta conseguir un buen trabajo

Para Jairo lo que ha sido difícil justamente es encontrar un buen trabajo, es decir, estable, bien remunerado y acorde con sus conocimientos y habilidades. Los proyectos en que trabaja no superan los seis meses de duración y lo que le pagan es menos de lo que reciben muchos de sus colegas. “La inexperiencia se te cobra”, dice.

Y mucho. Una ojeada a los clasificados de un periódico, por ejemplo, permite constatar que los empleadores piden un promedio de 2 o 3 años de vida laboral a los recién graduados. Pero las exigencias serán mayores, si se desacelera la economía habrá menos empleos disponibles. Entonces, los profesionales sin experiencia estarán en real desventaja.

Por eso las universidades deberían replantear las prácticas de sus estudiantes y no dejarlas para los últimos semestres, propone Juan Ballona, Director de Empleo y Trabajo del SENA. Explica que los estudiantes del SENA, que tienen un ciclo de práctica en el transcurso de su formación técnica y tecnológica, luego pueden emplearse más fácil. Además, un profesional con experiencia tiene conocimientos y herramientas que la universidad no da.

La rosca es otro obstáculo. En el caso de Jairo, que se mueve en el campo político, “es muy importante tener contactos si se quiere un buen puesto”.

“La marca social con que aún se selecciona el personal en Colombia, de manera irracional, hace que nuestro mercado laboral esté segmentado e influye en que un recién graduado no avance”, dice Leonardo Villa, consultor de la empresa Oportunidad Estratégica. Como una solución plantea que los egresados conozcan las rutas de la meritocracia de su mundo laboral, es decir, los pasos que siguieron aquellos profesionales que hoy son exitosos.

Desafortunadamente esta información no siempre está disponible o es difícil de encontrar. A esto se suma que, de entrada, los aspirantes al primer empleo desconocen qué perfiles ocupacionales necesitan específicamente los empleadores. O que muchas universidades no saben qué tanta acogida tienen sus profesionales ni qué conocimientos o habilidades está necesitando el sistema productivo.

Los observatorios laborales, como el del Mineducación, pretenden llenar estos vacíos y ser así un instrumento para que los recién egresados encuentren trabajo. Pero, como lo admite Villa, una buena información es insuficiente si se trata de empleos dignos. Asegura que sería mejor seguir el ejemplo de países como Australia, donde se fusionaron los Ministerios de Educación y de Trabajo, para que los resultados del observatorio influyan en las políticas laborales.

Un problema de educación

Si bien el Mineducación le atinó a una de las necesidades de los recién graduados, que es la desinformación del mundo laboral, para algunos aún falla un factor determinante: la calidad de la educación universitaria. “El que está desempleado es porque no le enseñaron a pensar, a desarrollar proyectos innovadores y mucho menos a generar empresa y empleos”, apunta Víctor Manuel Gómez, investigador de la Universidad Nacional. La causa, según él, es que muchas universidades estandarizan a sus estudiantes para las cosas prácticas, en vez de estimular la creatividad.

Por más extrema que suene esta opinión, una encuesta que el Observatorio Laboral realizó entre 407 empresarios de Bogotá sobre las competencias que requerían de sus empleados recién graduados, reveló que éstos se rajan en la de identificar, plantear y resolver problemas. Las universidades tampoco están siendo muy exitosas en inculcar a sus estudiantes cierta iniciativa para montar sus propios proyectos o empresas. Según las investigaciones de Farné, sólo el 8,8 por ciento de los que se graduaron en el país entre 1997 y el 2005 generaron empleos aparte del suyo.

¿Qué hacer entonces? Gómez no cree que el Ecaes, que es el examen que se le hace a los universitarios para medir sus competencias, sea el mecanismo correcto para medir su calidad profesional. “Se les deberían evaluar sus proyectos de investigación, sus escritos y sus patentes”. Y lo más importante, en su concepto: una política del gobierno para formar profesionales calificados en ciencia y tecnología.

Otra realidad es que el título universitario básico es insuficiente, pues se necesitan personas más especializadas y que además estén al día con un conocimiento que cambia muy rápido. Precisamente los estudios revelan que los empleadores modernos y de los sectores donde trabajan más profesionales (el inmobiliario, el académico, las ONG’s y el financiero) requieren hoy de personal más experto.

Jairo, de hecho, ya terminó una especialización y el próximo año se graduará de una maestría, y hará parte del 1,5 por ciento de los privilegiados graduados de Instituciones de Educación Superior (desde técnicos hasta doctores) que lograron este nivel de formación entre 2001 y 2007 (13 mil con especialización entre 900 mil graduados de la universidad). Su objetivo es que con la especialización y la maestría, pueda ahora sí conseguir un empleo estable.

De las “buenas” y “malas” elecciones profesionales

Lo que también debería considerar Jairo, es qué tanta demanda laboral tiene su carrera. Si la Ciencia Política se clasifica en el grupo de las profesiones que presentan una mayor probabilidad de encontrar empleo, mayores salarios y menor desempleo, es considerado por los expertos como un pregrado “bueno”. Pero si presenta justo las características contrarias, es uno “malo” (vea multimedia).

Cuando él se graduó, también lo hicieron 416 colegas más. En el 2006, 331 cotizaban salud y pensiones, lo que muestra que muchos de ellos estaban trabajando. Lo cual no está nada mal, pues alrededor de 8 de cada 10 politólogos graduados en 2005, tenían algún tipo de trabajo. Sin embargo, en comparación con otras profesiones, la de Jairo no encabeza el ranking de las mejores en el mercado laboral colombiano.

Los administradores, economistas, estadísticos, por una parte, y los ingenieros industriales, administrativos, eléctricos, electrónicos y de sistemas, por otra, están en los primeros puestos de las “buenas” carreras, según una investigación que realizó el Observatorio de la Universidad Externado sobre el mercado laboral de los profesionales entre 1997 y el 2005. Su ventaja está en que se desempeñan en la gestión de los negocios y en los sectores de servicios de información, de informática y telecomunicaciones, que hoy ofrecen mejores oportunidades de empleo para los recién graduados.

En cambio, los filósofos, físicos, músicos, literatos, historiadores y algunos educadores hacen parte de los pregrados clasificados como “malos”, no tanto porque no encuentren empleo, sino porque en promedio, reciben menores ingresos.

Por ejemplo, según el Observatorio Laboral del Mineducación, de los 513 ingenieros eléctricos que se graduaron en el 2006, al año siguiente aportaban al sistema de salud el 96 por ciento de egresados, ganándose como mínimo un millón 600 mil pesos. Mientras que en el caso de los educadores, de los 7330 que obtuvieron su título profesional ese año, el 82 por ciento cotizó en el 2007 pero con un sueldo promedio de 950 mil pesos, con algunas excepciones.

Claro está que no existen profesiones ideales por sí mismas. Hacerse a un buen trabajo también depende de la calidad del profesional. Es decir, un ingeniero que se gradúa apenas raspando, no habla otros idiomas, no sabe resolver problemas prácticos y no es muy innovador, puede terminar teniendo más dificultad para trabajar o ganar buenos ingresos, que un músico o un historiador versátil y destacado en su profesión.

Entonces, ¿posibilidades de trabajo? Parece que sí, más allá del imaginario de la eterna fila de desempleados. Pero... ¿de un buen trabajo? Eso parece más difícil de encontrar.

Farné, el investigador del mercado laboral, dice que “uno trata de acercarles parte de la realidad, pero el gobierno no está centrado en desarrollar una política de empleo para los recién graduados”. Villa, el consultor en temas de educación, admite que “la articulación entre los ministerios de Educación y de Protección Social, que incluye Trabajo, está muy lejos”. Y Gómez, el docente universitario, insiste en que hoy la mentalidad del recién graduado debe ser distinta: “no salir a buscar empleo sino a crearlo”. Esa quizás, es la mejor lección para un recién egresado.

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